Fotos: No-Do/ Archivo RTVE/ Archivo Jose A. Andreu Fdez.
Corría el año 1975 (si la memoria no me engaña), por aquella época aunque ya contaba con nueve años, tenía amistad y solía frecuentar la casa que era muy conocida en Torre Pacheco como la casa de los Jumilla, me encantaba esa casa, era enorme y fue un cine de verano, con un pasillo largo con muchas habitaciones, una parte de la casa con dos plantas, y el enorme patio, donde recuerdo que alguna vez vi jugar al tenis y con la enorme pared blanca que era la pantalla de proyección.
La casa de pared blanca es donde tuvo lugar esta historia realRecuerdo que una tarde, en una de mis visitas, paseando por el patio iluminado por el sol de la media tarde, observé un objeto brillante en el suelo, me acerque a cogerlo y ¡era un pequeño diamante!.
Como bien me enseñaron en casa, no debía quedarme con cosas que no eran mía y, en vez de guardármelo, fui a enseñarlo a los primeros miembros de la familia que encontré y pensé: “a lo mejor me lo regalan” (bendita inocencia)
Pero no, cuando lo vieron. me preguntaron donde lo había encontrado, enseguida fueron a enseñarlo al resto de las personas que en ese momento habían en la casa, parecían muy contentos con el hallazgo, tras esos momentos de alegría, les acompañe por unas escaleras a una de las muchas habitaciones que había allí, esa habitación, parece ser que fue la cabina de proyección, una habitación con libros, estantes, coches en miniatura y en una pared el cartel de una de las muchas películas que allí se proyectaron y del que todavía recuerdo el titulo “El Libro del Buen Amor” , y en uno de los estantes, había guardado otro diamante. Les pregunté si me podía quedar el que me había encontrado.
Lo comente en casa y mis padres muy contentos y orgullosos por la acción de entregarlo a sus dueños, y me dijeron lo mismo para intentar hacerme comprender que ese precioso objeto no podían regalármelo por mucho que yo lo hubiera encontrado
Lo que si recuerdo que me regalaron días después -y vuelvo a reiterar si la memoria no me engaña, - una bolsa llena de cochecitos y camiones de plástico, regalo que recibí con mucha alegría y felicidad, supongo que en agradecimiento por tan valioso hallazgo.
A día de hoy de vez en cuando, recuerdo este hecho y me ha quedado el beneficio de la duda, de si esos diamantes eran auténticos o no, yo prefiero pensar que si lo eran y que me quede el recuerdo que yo encontré, y tuve en mis manos y fui el dueño por unos minutos de un diamante.
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